El Lúpulo Checo

¿Son buenos estos tiempos del virus para que nuestros hijos emprendan la aventura europea?



La semana pasada, a los pocos días de su llegada, viéndome enfrascado en el portátil a la hora del café, me preguntó entre vapores, con ese puntito que tiene: «Papá, ¿cómo siendo escritor, o pretendiéndolo, no tienes un blog». No supe qué responder. Entonces me enseñó el suyo, lo llama «El Lúpulo Checo». Jamás logré inculcarle la cultura del vino y —supongo que por despecho— se embarcó en la otra, más transpirenaica, más carbónica, más moderna y menos alcohólica, en la cultura de la cerveza. De modo que, ya fuera de España, decidió montar un blog dedicado a su elaboración casera. Es bueno, debo decirlo, y desde ahora quedáis todos invitados a suscribiros. Aquí os lo dejo: https://ellupulocheco.blogspot.com/

 Como iba diciendo, no supe qué responder a su pregunta. Hace ya un año que se marchó a Escocia, y es la primera vez que consigue visitarnos desde entonces. Su proyecto fin de carrera —o TFM, como creo que lo llaman ahora—, versaba sobre física cuántica y, aunque acudí de oyente a la presentación —los padres no pueden preguntar en estos eventos—, tan solo se me quedó grabada la paradoja del gato encerrado en la caja. Esa que dice que si metes a uno en ella y la cierras, el pobre animal estará a la vez vivo y muerto, pero solo hasta que te decidas a abrirla de nuevo. En ese momento, el destino decide entre matarlo o dejarlo vivir. Él lo explica mejor —supongo que convencido por la irracional lógica cuántica y por las locuras anglosajonas en que habita—, pero así es la vida: vivo y muerto a la vez hasta que levantas la tapa.

Abrumado por aquel recuerdo, pensé: «Si este niño no se hubiese largado a su aventura europea, si en España hubiese, como antes había, proyectos con “d” y con “i” grande y pequeña, y me visitara un par de veces al mes —o a la semana, que tampoco va a ser por pedir—, haría ya mucho tiempo que yo tendría ese blog del que me habla. Esa era la respuesta: uno que pretende ser escritor no tiene blog porque estas cosas modernas tan solo las entienden los hijos.

Lo del blog, a su nacimiento me refiero, fue lo de menos, bastaron un par de días de muchos consejos y relativo trabajo para que quedase conformado como ahora lo veis. Yo diría que no ha quedado demasiado mal, pero lo dejo a más imparcial y mejor criterio. Lo otro, la preguntita del encabezado, la que me vino entonces a la mente, fue en realidad la importante, la que me hizo reflexionar: ¿Son buenos estos tiempos del virus para que nuestros hijos emprendan la aventura europea? Andábamos ambos enfrascados en formatos y diseños, cuando decidí formularla en voz alta: «Niño, con la que está cayendo, después de tres intentos fallidos de encontrar un vuelo, después de pasar casi un año sin poder visitar a tus padres, sin idea de cómo va a acabar esto, ¿por qué no te vuelves a España?». «Papá, ¿otra vez estamos con eso?» —me respondió él con su puntito.

Y aquí estamos, el gato vivo y muerto en la caja, el padre ahora con blog, y el niño que en un par de días se vuelve a la beca en Europa. De modo que aún sin respuesta, dejo la pregunta en el aire: «En un país sin futuro, con las universidades cerradas y los bares abiertos, con la I+D+i enterrada bajo encarnizadas luchas en busca de votos, ¿habríamos de doblegarnos al virus —como dicen algunos que doblegan la curva cada vez que conviene— y olvidar nuestras aspiraciones, nuestros anhelos, ese afán de aventura y de superación que hace al hombre ser diferente?

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